Las teorías de conspiración tienen como función principal propagar desinformación. Y permitir la elección de republicanos.
11 de noviembre de 2020
Las conspiraciones son teorías alternas propuestas para explicar un acontecimiento, su hipótesis general expone que ciertos eventos han sido causados por conspiraciones misteriosas. Teorías de este tipo se han propuesto sobre diversos temas, casi todos ellos, triviales. Unas afirman la existencia de extraterrestres y quienes se reúnen en el área 51 con el gobierno estadounidense, pasando por quienes afirman que G.W. Bush planeó el atentado de las torres gemelas. Incluso, unos involucran a la Reina Isabel II, dicen que es un reptil; otros, que come carne humana. Una más irracional a la anterior.
Las conspiraciones llaman la atención por contener “conocimiento prohibido”. Prohibido en el sentido en que dichas teorías involucran conocimiento y por parte del Estado, no hay interés en hacerse de conocimiento público. Sin embargo, carecen de argumentos y rigurosidad. A través de las conspiraciones, sus creyentes justifican sus propias convicciones y la veracidad poco importa.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad Libre de Ámsterdam, en los países bajos, sugiere que personas con niveles de educación altos son menos propensas a creer en las conspiraciones. La razón de este hallazgo radica en las personas con alto niveles educativos quienes desarrollan habilidades analíticas y de pensamiento crítico, permitiéndoles rechazar teorías conspirativas tras analizar sus premisas. Otra correlación encontrada sugiere que el nivel de educación de las personas influencia la capacidad de autocontrol y toma de decisiones, por ello, personas con menos autocontrol son más propensas a creer en conspiraciones. No resulta descabellado entonces ver en las recientes elecciones en Estados Unidos sea precisamente una seguidora de la conspiración QAnon quien haya sido elegida como opción republicana en la Cámara de Representantes.
Las teorías de conspiración tienen como función principal propagar desinformación. Sin argumentos ni objetividad, se busca ofrecer una explicación, casi siempre irracional. Resultan más entretenidas que elocuentes. Es más, ni siquiera alcanzan a ser entretenidas para un público crítico, el hecho de carecer de objetividad suprime el interés por su contenido. Sin embargo, es allí donde radica su peligro: un público que no cuestione el contenido de las conspiraciones crea un agujero directo a la ignorancia y un puente a la conformidad del contenido de los medios.
Las conspiraciones son versiones de una realidad alternativa fáciles de creer. Comfort food para aquellos en busca de información sino entretenimiento: aquellos con pensamiento crítico las rechazan; los demás, no. Sin argumentos lógicos ni documentos donde soporten información o verifiquen dichas afirmaciones, sus seguidores, gente común cuyas facultades críticas nubladas, se encargan de difundir rumores y desinformación.