4 de abril de 2020
La teología política medieval se da entre el siglo V y IV, busca instaurar ideas a partir de principios y saberes de lo divino, con el fin de configurar el pensamiento de los individuos y organizar el Estado. La teología política medieval cristiana concibe el ideal de una sociedad verdaderamente universal, que articula a los hombres en un solo pueblo y bajo el mismo Dios ya que se considera que el hombre no es dueño de sí mismo. Los diferentes ámbitos de esta sociedad se basan en la fe en Jesucristo, el rito del bautismo y la fuente máxima de poder, Dios. Él se encarga de orientar a los hombres en la existencia, de enseñar las virtudes, las buenas obras, el fin al que se dirigen, y lo más importante, conduce a la felicidad suprema. Los cristianos contemplan que la prosperidad del imperio está unida estrechamente a la Iglesia, por tanto, su rol es mantener la unidad de la sabiduría revelada, que es la ley de la ciudad de Dios. En esta sociedad la herejía conduce a la ruptura del vínculo doctrinal, que constituye la unidad espiritual y terrenal, y del lazo social que es vital para su existencia, obstaculizando a la sociedad regirse bajo la voluntad de Dios.
En el cristianismo, el orden y la organización natural es instaurada por jerarquías que permean niveles políticos y sociales. La máxima representación de la iglesia no es solo a nivel espiritual, sino también la representación terrenal de la figura divina. Es el papa quien tiene la capacidad de otorgar poder y autoridad a la figura máxima terrenal, el emperador. En este sentido, las acciones del gobierno monárquico se ven limitadas por la aprobación del Papa. La coronación del rey franco, Carlo Magno, en el año 800 simboliza la unificación del poder de la iglesia y el poder del Estado. Esta interacción particular otorga a la iglesia el poder de reivindicar sus derechos y conducir a las naciones y al rey hacia el fin supremo que Dios ha destinado.
Los libros sagrados como el antiguo y nuevo testamento, el Pentateuco, los evangelios y otros eran la fuente de la revelación divina. Los diferentes pensadores cristianos como Agustín de Hipona, Ambrosio de Milán, Gregorio Magno y Jerónimo de Estridón se basaron en estos textos y construyeron el discurso racionalista, del cual también desprendieron la teología política cristiana. Como consecuencia, fundaron la iglesia latina.