Las clases sociales en la democracia

14 de octubre de 2021


Cuando se menciona la palabra democracia lo que suele dibujarse en la mente de las personas es un demos en el que todos tienen derecho a votar para elegir a su gobernante o a sus representantes, independiente de la clase a la que pertenezcan. Recientemente pasaron las elecciones en Alemania, se vio que el 76,67% de la población salió a votar para elegir los futuros líderes del país, lo que demuestra que las personas están interesadas en elegir un candidato que los represente y ejerza el poder de acuerdo con su visión de lo que es bueno y está bien. Las elecciones representativas es lo que más suele resaltar en la democracia, debido a que se busca otorgar un poder representativo de lo que quiere el pueblo, de las diferentes necesidades que enfrenta una sociedad, de lo que se debe cambiar o debe permanecer. Para entender más a fondo el punto, es necesario entender el concepto de democracia. Según Eduard Bernstein, la democracia puede entenderse una organización social en el cual ninguna clase goza de privilegios frente la comunidad debido a que las personas son otorgadas los mismos derechos y, por tanto, son iguales ante la ley. También puede entenderse la democracia como un sistema político representativo en un Estado de derecho, donde una o varias personas concentran el poder para lograr cumplir los intereses del pueblo, es decir, se funda en la soberanía popular. Las clases sociales pueden definirse como características que comparten ciertos individuos, las cuales los vinculan social o económicamente. Es decir, las clases sociales son definidas gracias a las características de ciertos individuos por su situación social o económica. Pero también, es necesario saber qué es el poder. El poder es la capacidad de que A haga lo que B quiere o diga, de manera simple. Sabiendo esto, ¿Qué relación existe entre la democracia y las clases sociales? Por un lado, se puede apreciar la perspectiva de Karl Marx, filósofo alemán, quien impulsa ideas sobre cómo el dominio de clases sociales y las condiciones materiales han configurado el desarrollo de la historia. Marx hace una crítica radical sobre la democracia, en cuanto no cree que puede existir por el hecho de que allí existen clases sociales que dominan sobre otras y, por ende, no hay soberanía. “Esa tal soberanía no existe”. Es decir, el hecho de que exista la democracia implica que hay un Estado y el Estado, para Marx, es la herramienta favorita de los burgueses para mantener su poder. Antonio Gramsci, fundador del partido comunista italiano, refuerza la idea de Marx, pues expresa que los burgueses mantienen su poder debido a la hegemonía, que es este cuerpo de ideas que dominan de manera sutil en una sociedad, ya sea por motivos de raza, sexo, poder o economía. Siendo así, Marx considera que la democracia perpetúa la desigualdad y divide de manera tajante a la sociedad en clases sociales, debido a que las personas que ejercen el poder imponen sus ideas en las distintas clases de la sociedad. No obstante, Eduard Bernstein tiene una perspectiva más flexible sobre la democracia, ya que él considera que la democracia, como sistema político y social, pretende instaurar la ausencia de dominio de clase a través de diferentes mecanismos que ella posee. En otras palabras, la democracia ofrece múltiples mecanismos que pueden ayudar a equilibrar a la sociedad para luego instaurar un orden superior. Por ejemplo, la democracia tiene una visión progresiva y nace del hecho de que todas las personas son iguales, así que lo que se haga o deje de hacer debe considerar primero cómo perjudica o beneficia al pueblo en su totalidad y qué pasaría si la mayoría que entonces impuso una acción pasa a ser una minoría. Entonces, la democracia considera a todas las personas en sus decisiones para reducir el margen de desigualdad y llegar a un orden social y político que beneficie a las personas de igual manera.

En primer lugar, Karl Marx cuestiona el hecho de que en una democracia hay alguien que gobierna, este alguien tiene un poder, podría decirse que absoluto, a diferencia de otras personas que no poseen ningún tipo de poder. El hecho de que esto exista quiere decir que va a existir una clase, o un grupo organizado, que domine sobre otro ya sea de manera ideológica, económica o social. Siendo así, entonces, las clases dominantes determinan las ideologías de lo que está bien y lo que está mal, de cómo debe funcionar la sociedad. Al instaurar estos biased thoughts en la sociedad, se está promoviendo la hegemonía de manera sutil, como lo decía Gramci, lo que lleva a que las personas con poder conserven el poder y las personas sin voz sigan sin ella. De hecho, para Marx, la democracia es el modelo preferido de los burgueses porque promueve la propiedad privada, los derechos individuales y las libertades, sin considerar al otro o al trabajador. Por tanto, la democracia implica la jerarquización de la sociedad en clases sociales debido a que, las libertades son definidas por la mayoría o por el grupo poderoso, pues la democracia otorga un poder opresor. Desde que el poderoso no busca ceder su poder ni compartirlo, sería imposible eliminar el conflicto de clases y garantizar la igualdad de derechos, remuneración y trabajo en un Estado democrático. Al contrario, la democracia es el mecanismo perfecto para perpetuar el conflicto de clases y dejar que el opresor conserve el poder y se olvide la minoría, por el hecho de que no es mayoría y porque no tiene poder. L. Trosky, de hecho, estaría de acuerdo con la afirmación anterior, debido a que una de sus críticas va dirigida a que una vez una persona que no tenía poder pase a tenerlo, no va a querer dejarlo. En su texto La Revolución Traicionada, menciona que una vez un proletario se convierte en un nuevo burgués no va a querer volver a ser trabajador. Esto se podría considerar de igual manera con el poder en una democracia. Una vez se tiene el poder, no se quiere dejar de tenerlo. En segundo lugar, se puede apreciar que para Bernstein la democracia es, a diferencia de Marx, la forma política y social ideal para instaurar un orden y equilibrio en la sociedad que conlleve a un bienestar integral y superior. Para Bernstein, la democracia carece de leyes que establezcan o ratifiquen privilegios basados en la propiedad, extracción social y confesión religiosa, o al menos lo intenta. Esto es, debido a que la democracia nace del hecho de que las personas pertenecientes al Estado, independiente de su clase social o económica, son observadas bajo la misma lupa. Lo que busca la democracia es establecer límites para que, cuando esta mayoría sea la minoría, no haya grandes abusos ni descontentos. Bernstein considera que la persona que está en el poder en este momento no va a tomar una decisión que afecte a los menos favorecidos porque cuando la persona deje de tener poder, puede pasar a ser parte de la minoría de los menos favorecidos y no le gustaría sufrir entonces las repercusiones de sus propias acciones. Mejor dicho, Bernstein es partidario de la regla de oro de Kant: no hacer lo que no quieren que se les haga. Por otro lado, Bernstein considera que uno de los principios fundantes de la democracia es que es progresiva, es decir, a medida que crece numérica e intelectualmente, se convierte en un instrumento para transformar los representantes del pueblo porque está cada vez más involucrado e interesado en las decisiones que se tomen política y socialmente. Por ejemplo: se evidencia que las democracias actuales se rigen bajo el sufragio universal, esto es debido a que a través del tiempo ha habido reformas progresivas a la estructura democrática que ha impulsado a que más personas se involucren en ella para poder determinar de manera acertada, como sociedad, qué es lo bueno, qué está bien y cómo lograrlo. Siendo así, Bernstein es simpatizante de la democracia en cuanto esta reduce el margen de desigualdad debido a que las decisiones que se toman no discriminan y pretenden reducir el margen de desigualdad que tanto enmarcan las clases sociales, otorgar igual libertad y derechos a las personas de la sociedad, de manera moderada, para que puedan ejercer las mismas libertades y así, otorgar las mismas oportunidades a todos.

Teniendo en cuenta las posiciones anteriores, por un lado, puede considerarse que la democracia puede ser un arma puntiaguda, pues, que una o varias personas concentren el poder puede promover la división tajante de clases, entre los que tienen poder y los que no, los que pueden hacer y los que no. Esto daría lugar a eventos infortunados que perpetuarían la desigualdad e injusticia. Sin embargo, puede considerarse que el fin de la democracia es crear nuevos requisitos, situaciones y reformas que hagan posible el tránsito de un orden social a uno superior. En la democracia los derechos son iguales para todos porque se parte de la idea de que todas las personas son iguales y tienen las mismas libertades. Siendo así, la democracia busca salvaguardar la libertad político-social a través de reformas, garantías y procesos que, por medio de consenso, se instauran en la sociedad, dando lugar a un bienestar integral y completo en los distintos ámbitos que configura la sociedad, reduciendo la tan notoria desigualdad que sufren algunos individuos por pertenecer a ciertas clases sociales. Sin embargo, nace una duda respecto a la libertad: ¿Hasta qué punto, entonces, la democracia protege la libertad individual si lo que busca es garantizar las mismas libertades para todas las personas?